LAGO AGRIO

conferencia performática en el Museo Jumex, en colaboración con Concepción Huerta
conferencia performática en el Museo Jumex, en colaboración con Concepción Huerta

LAGO AGRIO ACTO 1 – PREÁMBULO

Pienso en Lago Agrio como una genealogía donde confluyen varias historias en mi vida. Lago Agrio (Sour Lake) recibe su nombre por el pequeño condado de Texas donde la compañía petrolera Texaco inició sus primeros trabajos como empresa petrolera. Es en Lago Agrio, donde se encuentra el primer pozo petrolero descubierto en la Amazonía ecuatoriana, en el año 1967, por los trabajos de perforación de la compañía Texaco. Además, ahí viajó mi papá en 1969 acompañando al presidente Velasco Ibarra para ver la construcción de ese campo petrolero. Después, mi mamá recorrió el mismo pozo en los noventas para denunciar las implicaciones ecológicas de uno de los mayores desastres petroleros del mundo.

Desde que llegué a México he pasado mucho tiempo clasificando, organizando y editando fotos, videos, archivos históricos, testimonios, archivos familiares, notas de prensa y más. He llegado, sin embargo, a un punto en el que este archivo me sobrepasa. Me cuesta categorizarlo y encontrar las posibilidades para resignificarlo. Además, esto quizá pueda sonar paradójico, empiezo a encontrar una enorme belleza en el desastre. Y aunque no logro situarlas en su propio contexto, me maravillan las grandes manchas de petróleo al editarlas.

No quiero editar más archivos de derrames petroleros. Estos son algunos relatos personales, desordenados y hasta afectivos sobre archivos de Lago Agrio y su entorno petrolero que he ido clasificando. Quizá así puedan entender porque encuentro una enorme belleza en el desastre.

Antes de empezar creo que es importante que conocer el contexto histórico: El 26 de junio del 2022 se cumplieron 50 años de la llegada del primer barril de petróleo1 proveniente de Lago Agrio a la capital. Ese día se realizó un desfile cívico militar en Quito, para rendir homenaje a ese primer barril, símbolo de la promesa de desarrollo capitalista en el Ecuador. Este barril, cargado con petróleo en el puerto de Balao, en Esmeraldas, fue trasladado en un cojín sobre un tanque de guerra en la capital al Templete de los Héroes del Colegio Miliar Eloy Alfaro, y otros más fueron enviados a las prefecturas de las 19 provincias que entonces conformaban el Ecuador. Un recurso dentro de la tierra, en el subsuelo jurídico del Estado, una materia natural en estado líquido oleaginoso e inflamable, combustible fósil, se transformaba en el primer producto de exportación que no provenía de actividades agrícolas. Oro negro al que se le atribuirá, en grandilocuentes discursos, capacidades extraordinarias para transformar al país. Sin embargo, es también un líquido que narra y atraviesa mi historia familiar.

ACTO 1 – PAPÁ

Crecí rodeada de juegos extraños con tintes políticos, libros para colorear que hablaban de deuda externa o destrucción ambiental y cosas indescifrables en medio de los libreros. Recuerdo un objeto específico, entre los libros de ecología o críticas al desarrollo, un cristal cuadrado, que adentro guardaba una gran gota de petróleo del primer campo petrolero del Ecuador, con el logo de Petroecuador. Me preguntaba por qué mi papá atesoraba esa pieza tan rara, cuando desde niña, en mi casa había una postura muy clara y crítica frente a la explotación petrolera. Quizá ese pequeño cristal representaba la época de la ilusión del petróleo y mi papá quería guardar un pequeño souvenir de ese sueño petrolero con el que él también creció. Mi papá recuerda que viajó a Lago Agrio por primera vez cuando tenía 20 años, en febrero de 1969. Entonces él, como muchxs ecuatorianxs, tenía la ilusión de que el país pronto viviría en abundancia gracias al petróleo. Recuerda con impresión la selva enorme e interminable. También recuerda los cisnes que adornaban el banquete ofrecido en honor al presidente en uno de los dos hangares que existían en el aeropuerto de Lago Agrio. Los cisnes, cuenta mi papá, igual que la comida y el vino, fueron trasladados desde el Hotel Quito, ubicado en la capital. El narra una y otra vez que:


«Eran cisnes de hielo seco que adornaban el momento y que, de alguna manera, que no presentí entonces, con la neblina que le caracteriza al hielo seco, auguraban el espejismo del petróleo. Esta es la imagen que guardo en mi cabeza. Una imagen contradictoria, incluso brutal sobre todo cuando veo cómo está la región de la Amazonía. Su destrucción ha ido a la par de la extracción del petróleo.»

ACTO 2 – MAMÁ

Cuando mi papá termina su relato, mi mamá responde «yo no crecí con eso, yo tenía doce años y no tenía consciencia de que el petróleo movía los carros». Sin embargo, es ella quien en otra conversación recordaría lo siguiente:

«En el año noventa y uno viajé a filmar cómo se hacía la limpieza de una piscina del derrame petrolero en Lago Agrio. Viví algo estremecedor, los hombres ingresaban directamente en las piscinas llenas de crudo, sin protección alguna. Trabajaban en la limpieza de los derrames para tratar de ganarse el sustento diario. Era absurdo, no tenía ni pies de cabeza, por un lado paleaban el crudo y por el otro este seguía fluyendo hacia el otro lado del estero, el crudo, supuestamente recuperado se enterraba a pocos metros del derrame, dónde era evidente que con la lluvia irían a parar nuevamente al estero. Estaba claro que no se estaba haciendo ningún cambio y menos aún una limpieza. Este trabajo hacía que los hombres acabarán completamente cubiertos de petróleo, quienes, al final de la jornada, para regresar a sus casas, se limpiaban todo el cuerpo con diesel.»

En mi infancia, estas problemáticas con las que trabajaban a diario mi mamá y mi papá, me eran lejanas. Mi mamá hacía de reportera denunciando las implicaciones ecológicas y sociales de los derrames petroleros en el norte de la Amazonía ecuatoriana y mi papá hablaba en distintas emisoras de radio de los daños que se ocasionaban en la selva. Mientras, mi hermana y yo jugábamos. Sigo jugando, solo que ahora debo dejar que me trague el horror.

ACTO 4 – OSCURIDAD

«Acéptalo.
Tendrá que bastar contigo, hazlo tú misma.
Y todo alrededor un terreno vasto.
A solas. Con la noche.
De la oscuridad debes hacerte amiga
si quieres dormir en la noche.»

Gloria Anzaldúa, Dejarse ir

A pesar de que el desastre me encanta y me seduce, estoy con muchas pesadillas. Por las noches, el petróleo brota por cada poro de mi piel, su olor me asfixia y despierto sudando. Ese sudor se confunde con el líquido oleaginoso del sueño. El crudo recorre mi cuerpx despacio, sin dejar ver mi piel, llega a las sábanas, al colchón y poco a poco inunda el piso de mi habitación. Otras noches, brota de mi pecho un hoyo lleno de crudo, tierra y materia orgánica caliente. Lo voy escarbando con mis dedos, raspando con mis uñas, como si tratara de entrar al inframundo. Cada que voy más adentro, el petróleo se empieza a confundir con mis órganos. En el sueño este compuesto líquido y viscoso está dentro mío, recorriendo mis tripas, mis pulmones, confundiéndose con mis venas y pintando mis huesos.

EPÍLOGO
Un epílogo urgente y necesario

«El viaje al inframundo comienza en pozos de petróleo pudriéndose al Sol y siguiendo el venoso camino de sus oleoductos; desemboca en el desierto, allí donde el monoteísmo se encuentra con la Tierra y sus oscuros sueños de un futuro en el que por fin ésta podrá rebelarse contra el Sol.»

Reza Negarestani, Ciclonopedia

Este líquido, viscoso y oscuro, parece encarnar no solo una pesadilla personal, sino un reflejo tangible del horror estructural que emana de las luchas por el control del subsuelo.
El petróleo y el gas natural, recursos cuya extracción está ligada al despojo y la violencia, revelan un paisaje de geopolítica brutal. En Gaza el control de los recursos energéticos no solo perpetúa desigualdades, sino que se convierte en una herramienta de dominación que afecta directamente a las infancias. El bloqueo y los bombardeos están causando la muerte de miles de niñxs y dejando generaciones marcadas por el trauma. El crudo, que en el sueño lo cubre todo, simboliza también el dolor de un sistema donde los intereses económicos y estratégicos ahogan vidas, normalizando la violencia y el sufrimiento en la lucha por las riquezas del subsuelo.


Desde aquí también gritamos:

DESDE EL RÍO HASTA EL MAR

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